Lo más difícil de entrenar, es ponerse.
Lo dijo Wolfgang Güllich, y qué razón tenía.
La palabra experto a menudo se refiere a alguien que ha metido la pata y se ha librado de las consecuencias con más frecuencia de lo que te ha ocurrido a ti.
Pero entre el hombre y el perro no había una auténtica compenetración. El uno era siervo del otro, y las únicas caricias que había recibido eran las del látigo y los sonidos sordos y amenazadores que las precedían. Por eso el perro no hizo el menor esfuerzo por comunicar al hombre sus temores. Su suerte no le preocupaba; si se resistía a abandonar la hoguera era exclusivamente por sí mismo. Pero el hombre silbó y le habló con el lenguaje del látigo, y el perro se pegó a sus talones y lo siguió.
Mucho antes de que suceda un accidente, hechos insignificantes comienzan a moldearlo.
La amistad multiplica lo bueno en la vida y divide lo malo.La decían en el corto Jonathan de Todos los niños invisibles.