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martes, 18 de mayo de 2010

Una oportunidad perdida

Esta tarde llego a mi trabajo y dejo el coche en el parking mirando a unos bloques de viviendas. Veo a unos niños con algo sospechoso en la mano. Nada más verlos, sin poder distinguir lo que es, mi sentido arácnido me lo dice. Se activan mis temores. De los tres niños, la más mayor lo deja en el contenedor de basura. Un niño, unos años más pequeño que ella, lo coge. Yo, sigo observando desde la distancia. Pasan dos señoras paseando a sus respectivos perros y se lo enseñan, hablan por unos segundos, pero las dos pasan de largo. La chica más mayor lo vuelve a coger y lo deja de nuevo en la basura. Ésta se va hacia los edificios y el niño, sin que ella lo vea, lo vuelve a coger. Cuando llega al portal ésta lo ve y le dice algo. El chico deja lo que lleva en la mano en el suelo, en un pequeño jardín que hay junto a los pisos. Cuando ya no los veo me acerco con una idea bastante clara de lo que me voy a encontrar. Es un gato, de unas dos semanas. Está agonizando. Lo cojo y el chico me ve. Viene hacia a mi y, casi llorando, me dice que si me lo puedo quedar, que se lo han encontrado muy enfermo pero su madre no le deja quedárselo, que ya lo han llevado al veterinario y que le ha dado suero para hidratarlo. Le digo que casualmente a 2 minutos hay una clínica veterinaria, de una amiga, y que se lo voy a llevar para que lo vea. Le digo que no se preocupe. El chaval se queda más tranquilo y sonríe. Llego a la clínica. La veterinaria, nada más verme me pregunta si no es ese el gato que tenían unos críos hace un rato. Asiento con la cabeza. La veterinaria me cuenta que el gato había llegado con la boca llena de piedras, que han intentado sacarle las que han podido pero que al menos una se ha tragado y que, como se ve, el gato está muy mal. Le digo que sí, pero al menos que muera en un lugar tranquilo y calentito. Al final, se lo ha quedado ella. A ver si hubiera suerte y la piedra no se le hubiese atascado.

Creo que la madre ha perdido una gran oportunidad para enseñarle a sus hijos varias cosas, como por ejemplo que cuando alguien sufre nunca hay que mirar hacia otro lado pues nunca sabes de qué lado vas a estar tú la próxima vez. También que cuando la muerte es segura aun podemos hacer algo, y es hacer ésta lo más dulce posible. Puede que mientras escribo esto el gato ya esté muerto, pero habrá muerto tranquilo, caliente y sin estrés.


El gato de la foto no es el protagonista de esta historia, aunque, el comienzo de su historia no es muy distinto. Lo encontré, con dos o tres días, enganchado en una red. A pleno sol intentaba desengancharse y estaba al limite de sus escasas fuerzas. Chillaba con todas sus fuerzas. Tenía la boca seca y estaba ardiendo. Tanto chillaba que desde 200m lo escuché. Como el otro gato, su aspecto era realmente malo. El único planteamiento que vi fue intentarlo. Finalmente se recuperó y fue adoptado.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que tienes sentimientos y todo...