En 1968, entre el 12 y el 27 de octubre se celebraron en Ciudad de México los Juegos Olímpicos, amenazados desde antes de su inauguración con la suspensión debido a las tensiones políticas y sociales. La unión soviética invadía Checoslovaquia. Algunos deportistas americanos de raza negra se negaron a competir por sentirse discriminados en su nación (se acuerdan de Kareem Abdul-Jabbar). Varios atletas negros recibieron sus medallas con el puño en alto, congraciados con el "Black Power". Diez días antes del inicio de los Juegos, el Ejército Mexicano disparó sobre un grupo de estudiantes que se manifestaban en la Plaza de las Tres Culturas, dejando un saldo de muertes que oscilaba entre 100 y 500. El COI se lavó las manos al respecto y bautizó los Juegos como "La Olimpiada de la Paz". Se baten 22 récords del Mundo en atletismo.
Cuatro años más tarde, en Munich, un grupo terrorista palestino asesinó a dos atletas israelíes y tomaron como rehenes a otros nueve. Todos, terroristas y secuestrados, a excepción de tres, morirían durante el intento de rescate. Fue durante los Juegos Olímpicos de 1972 y Mark Spitz conseguía 7 medallas de Oro en natación.
Dos Olimpiadas después, en 1980, en la capital de la Unión Soviética, segunda potencia mundial por aquel entonces, la política volvió a cebarse con el deporte, amenazando los Juegos de Moscú. Estados Unidos, apoyado por numerosas naciones, trataron de boicotear los actos de las Olimpiadas como protesta contra la intervención soviética en Afganistán. El presidente estadounidense, Jimmy Carter, amenazó con revocar el pasaporte a cualquier atleta estadounidense que intentara ir a los Juegos. Se registró la cifra más baja de países participantes. Se batieron más récords del Mundo que en las anteriores olimpiadas disputadas en Montreal.
Ahora es China, país que se negó a participar en las Olimpiadas de Moscú, quien dentro de las medidas organizativas de sus Juegos ha vuelto a mezclar "churras con merinas", utilizando, una vez más, el deporte como medio de intervención política dentro de sus fronteras. Nada más comenzar esta semana, el Gobierno chino, que anda configurando la próxima gran potencia mundial, saltándose, eso sí, casi toda la lista de los Derechos Humanos, ha cerrado el
Everest y el
Cho Oyu hasta el 10 de mayo, justo cuando la mayoría de expediciones primaverales estaba a punto de partir.
La versión oficial se refiere a la necesidad de proteger medioambientalmente las dos cumbres. Quizá por eso construyeron una carretera hasta el Everest, y quizá por eso pretenden construir un hotel en su Campo Base. La realidad es que China tiene pavor a la posibilidad de que una bandera de "Free Tíbet" pueda hondear en la cima del Everest al mismo tiempo que arde su Antorcha, y más si el acto va a ser retransmitido en directo. Es una forma más de evitar cualquier tipo de reivindicación tibetana. ¿Desde cuándo le importa a China lo que piensan los tibetanos? Pues desde que esas manifestaciones se puedan hacer globales en un marco universal como las Olimpiadas de Pekín, aunque más que los tibetanos, acallados a tiros durante años, les preocupan los alpinistas y expedicionarios del resto del Globo, con los que ya lo rifles no servirían.
Ya en 2007 varios activistas fueron detenidos en el Everest cuando realizaban acciones en contra de que la Antorcha Olímpica atravesase el Tíbet. También hubo en China más sentencias de muerte que en cualquier otro país. Eso sí, con mucho tacto: "China prevé aumentar el empleo de la inyección letal para la ejecución de condenados a muerte, considerándola un "procedimiento más humano" que el tiro de pistola en la nuca", anunciaba en enero el Mercurio Digital. Su cultura es distinta, sí, pero la muerte no es cultura. Ni la detención sin juicio. Ni la inexsistencia de libertad de expresión.
Retengan, por favor, estos datos extraídos de Amnistía Internacional: El 10 de octubre de 2007, Wang Ling fue condenada a 15 meses de "reeducación por el trabajo" por firmar peticiones y preparar pancartas de protesta contra la demolición de su propiedad a causa de los proyectos de construcción olímpicos. Yang Chunlin fue detenido y, según informes, torturado por haber participado en una petición firmada por agricultores que, con el lema "Queremos Derechos Humanos, no Olimpiadas", protestaban por la confiscación de sus tierras. Desde su detención, en julio de 2007, lo tuvieron, en numerosas ocasiones, con los brazos y piernas estirados, encadenado a las cuatro esquinas de una cama de hierro, teniendo que comer, beber y defecar en esa postura. Ye Guozhu, activista del derecho a la vivienda, cumple una condena de cuatro años que le fue impuesta por solicitar permiso para celebrar una manifestación en contra de los desalojos forzosos en Pekín. A causa de un proyecto de construcción relacionado con las Olimpiadas, le demolieron su casa y su negocio, sin ofrecer ninguna indemnización a su familia. Según informes, ha sido torturado en prisión. La policía de Pekín detuvo a su hijo y a su hermano, Ye Mingjun y Ye Guoqiang, como sospechosos de "incitar a la subversión”" en septiembre de 2007. Habían protestado contra unos desalojos forzosos que, supuestamente, se estaban llevando para dejar sitio a unas edificaciones relacionadas con los Juegos Olímpicos de Pekín.
Ahora China está blindada, la Olimpiadas serán más un fortín (y un polvorín) que un evento deportivo. ¿Qué ocurrirá si durante los Juegos se inician las protestas contra el Régimen Comunista Chino? ¿Qué ocurrirá si disparan contra un tibetano?¿Qué ocurirá si disparan contra un extranjero?
Aunque, quizá, el espíritu de las Olimpiadas, el contacto de culturas y la Libertad corriendo los 100 metros lisos puedan cambiar algo en China.
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